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miércoles, 1 de julio de 2009

Vuelven los Generales

Al parecer, el único que no sabía en Honduras que se fraguaba un golpe de Estado era el mismo Presidente, Manuel Zelaya. Me imagino que la sorpresa fue grande cuando a primera hora de la mañana, el Presidente Zelaya fue despertado por su servicio de seguridad anunciándole que militares armados hasta los dientes estaban en su puerta para obligarlo a salir de su país en pijamas. Y fue así que una hora después, Manuel Zelaya se encontraba en San José, Costa Rica, como Presidente en el exilio. Suerte tuvo de poder salir de Honduras en pijamas.

La noticia del golpe de Estado en Honduras fue totalmente una sorpresa, así como la muerte de Michael Jackson. Es decir, no me esperaba ni la muerte del Rey del Pop ni la vuelta de los coup d’etats en Centro América. Creía que los golpes de Estado eran cosas del pasado. Sin embargo, si hubiese leído los informes del Departamento de Estado de Estados Unidos, o hubiese puesto más atención a los periódicos hondureños, hubiese sido fácil predecir el futuro de Manuel Zelaya.

Manuel Zelaya ha venido toreando a la clase política e económica del país vecino haciendo alianzas políticas con Cuba, Venezuela, entre otros países, y tratando de implementar las mismas tácticas de Hugo Chávez para mantenerse en el poder. En Honduras, al igual como El Salvador, un presidente no puede ser reelegido. El presidente no tiene poder para hacer una consulta o plebiscito, es decir un referéndum para enmendar la constitución. El único órgano político que puede convocar un referéndum es la Asamblea Legislativa. Por 20 años, la frágil democracia hondureña se sostuvo con esas reglas del juego: El Presidente necesitaba el apoyo de la Asamblea Legislativa para hacer una consulta popular.

Sin embargo, Manuel Zelaya no respetó esta cláusula en la constitución, y organizó una consulta popular para poder reeligirse por 4 años más. La Suprema Corte de Justicia de Honduras le dijo que estaba cayendo en la ilegalidad, y pidió al ejército no distribuir el material para que los ciudadanos pudiesen votar el pasado domingo. Al rehusarse el ejército a distribuir el material, Manuel Zelaya destituyó al Jefe de las Fuerzas Armadas, General Romero Vásquez Velásquez.

En una democracia estable, la Asamblea Legislativa puede enjuiciar a un presidente sin necesidad de involucrar a los militares. Honduras tiene una triste historia de vivir bajo la mano de hierro de las dictaduras militares. La clase política hondureña, desgraciadamente, fácilmente llaman a los generales para que les resuelvan sus problemas políticos. Lo más obvio hubiese sido enjuiciar a Manuel Zelaya en la Asamblea Legislativa.

Dicho esto, en ningún momento se puede apoyar un golpe de Estado. Estados Unidos tiene que exigir a las fuerzas políticas de Honduras que restablezcan la democracia inmediatamente. Si Estados Unidos no puede ejercer influencia en Honduras, entonces, nos están dando atole con el dedo. Talvez hay fuerzas más nefastas detrás del golpe de Estado.

Manuel Zelaya ha pedido a José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA, y ha hecho extensiva la invitación a mandatarios amigos, que lo acompañen a Honduras para recuperar el poder. Dudo que lo pueda hacer. Aquellos que se han montado en el caballo que supuestamente defenderá la patria, no lo dejarán ir, a pesar de que la comunidad internacional llore y grite. La única manera será enviar una legión militar a restablecer la democracia. Hugo Chávez ha dicho que enviaría saldados a Honduras para castigar aquellos que han usurpado el poder a su amigo Manuel Zelaya. ¿Está Chávez dispuesto a ver sangre recorrer por las calles de Tegucigalpa? ¿Vamos los centroamericanos a permitir ver sangre hondureña recorrer por las calles de San Pedro Sula?

Centro América está viviendo una verdadera crisis que está poniendo a prueba las habilidades negociadoras de sus líderes. No se puede negociar con el fúsil en la cabeza. Ni tampoco se puede invitar a los militares a la escena política.

© 2009 Manuel García

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