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miércoles, 21 de mayo de 2008

Salvadoreño Yo

Cuando escribí un artículo de opinión criticando la actitud del Presidente Francisco Flores durante los terremotos del 2001 en El Salvador, una lectora me envió un correo electrónico preguntándome quien era yo para criticar al Gobierno. Yo había escrito el artículo después de haber ayudado traer ayuda médica a Armenia y otros municipios de El Salvador desde Los Ángeles, California, y haber observado que el Gobierno estaba politizando la ayuda.

Recientemente, un lector, después de leer mi última columna sobre las acusaciones que implican al FMLN con la FARC, me preguntó: ¿Cuánto tiempo llevas en el Norte?

Los dos lectores, una persona que defendía al Gobierno y la otra que defendía al FMLN, estaban en su infalible derecho de cuestionar mis planteamientos sobre la realidad salvadoreña, sin embargo, por el tono de sus comentarios, se podría decir que ambos estaban intoxicados con la polarización que sufre el país.

A los salvadoreños que vivimos fuera muchas veces se nos acusan de tener una distorsionada idea de la realidad de El Salvador. Sin embargo, así como otras diásporas, nosotros tenemos la oportunidad de ver la realidad del país a través de otras perspectivas, libre de la intoxicación que frustra una verdadera concertación política en El Salvador.

Si cuento a primas y primos, gran parte de mi familia todavía vive en San Miguel. La otra parte vive en Estados Unidos, y la gran mayoría somos ciudadanos estadounidenses. Yo crecí en Estados Unidos, y vivé los últimos años de la guerra civil salvadoreña al pie del cañón de la televisión. Cada tarde, a las 6:30 P.M., el Canal 34 de Los Ángeles nos traía imágenes crueles de la guerra. Mi abuela llamaba cada semana. El día que se firmaron los Acuerdos de Paz, yo no entendía por qué los demás estudiantes en mi universidad no lo celebran. Era el día más feliz de mi vida. ¡El fin de la guerra!

Conozco a salvadoreños que llevan treinta años viviendo en España o Estados Unidos, y todavía anhelan con regresar a El Salvador. Miles de otros, a pesar de que tienen raíces profundas en otros países, se organizan para ayudar a sus comunidades en El Salvador, construyendo escuelas, clínicas, patrocinando a estudiantes con becas. Los salvadoreños que viven fuera leen los periódicos salvadoreños, escuchan la radio salvadoreña a través del Internet, y participan en foros para proponer ideas y soluciones a los graves problemas que afectan al país. Envían religiosamente remesas a sus familiares. Muchos han comprado nichos en sus pueblos para ser enterrado en suelo salvadoreño.

A pesar de todo esto, al salvadoreño que vive fuera se le niega sistemáticamente el derecho al voto; y muchos en El Salvador ponen en tela de juicio los motivos que mueven al salvadoreño que vive fuera a opinar y participar en la vida política, social y económica del país. Entonces, aquellos que vivimos fuera, nos preguntamos: ¿Salvadoreño yo?

Soy ciudadano estadounidense y residente legal en España (podría optar por la ciudadanía española). A ambos países (Estados Unidos y España), les estoy eternamente agradecido por las oportunidades que me han brindado. La gente que me conoce sabe que mi compromiso está con el pueblo salvadoreño, con la gente de a pie, con aquellos que no tienen voz porque sistemáticamente han sido marginado.

En El Salvador, muchos optan por poner etiqueta, y te califican de derecha si criticas a la izquierda, y de izquierda si criticas a la derecha. En un país intoxicado por la polarización, es difícil respirar aire nuevo. Y es aquí dónde los salvadoreños que vivimos fuera podemos aportar muchísimo a abrir un nuevo camino que nos ayude construir las bases de un verdadero progreso.

Pero eso será posible cuando el salvadoreño que vive en Los Ángeles, Houston, Washington, D.C., Estolcomo, Milán, o Madrid, empiece a decirle a los partidos políticos en El Salvador: ¡Basta ya de utilizarnos!

Si los partidos políticos en El Salvador no escuchan la voz de los salvadoreños que viven fuera, entonces, talvez ha llegado la hora de proponer un candidato desde fuera que represente los intereses de la comunidad salvadoreña en el exterior.

Eso requiere enmendar la Constitución de El Salvador a través de un referéndum propuesto por el pueblo salvadoreño, y no por los partidos políticos. Eso requiere que el salvadoreño que vive fuera aporte un dólar o un euro para lograr que su voz se haga escuchar en El Salvador sin tintes partidarios.

© 2008 Manuel García

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