El Departamento del Tesoro de Estados Unidos ha propuesto asumir el riesgo contraído por bancos e inversores en las llamadas hipotecas basura a un coste de 700 mil millones de dólares. Para ponerlo en perspectiva, eso equivale a todo el dinero que el país ha invertido en la guerra de Irak o el presupuesto anual del Pentágono. Si se dividiese entre la población estadounidense, cada hombre, mujer y niño recibiese más 2,000 dólares.
Pensar que el Gobierno de Estados Unidos asumirá el riesgo de inversiones hechas por instituciones como Bear Stearns, Lehman Brothers, Merril Lynch, entre otras, va en contra de la lógica del capitalismo puro y duro. Sería como pagarle a alguien que, jugando al bingo, ha perdido todo su dinero. Los contribuyentes estadounidenses tienen el derecho de saber cómo es posible que banqueros y financieros, gente muy inteligente, estén metidos en un hoyo financiero tan profundo. Y más importante aún, por qué habrán de ser ellos los que tienen que rescatarlos.
Hasta finales del siglo pasado, una persona en Estados Unidos terminaba de pagar la hipoteca al mismo banco que le financió el préstamo. Y para conseguir un préstamo hipotecario, era necesario adelantar el 20% del valor de la propiedad. En realidad, una persona sin un historial de crédito, sin ingresos fijos, tenía pocas posibilidades de conseguir un préstamo de un banco. Los intereses eran generalmente muy altos.
Las hipotecas por 30 años rara vez salían de las cuentas corrientes de los bancos locales. Sin embargo, en los últimos 15 años, banqueros, financieros y la clase política en Washington empezaron a cambiar las reglas del juego. Desde 2003 a 2005, la Reserva Federal mantuvo los intereses por debajo de la inflación, creando un subsidio para contraer deudas. Por ejemplo, los bancos financiaban hipotecas al 2% de interés. Individuos e instituciones financieras sacaron provecho del abaratamiento del dinero.
Las instituciones financieras que están pidiendo a gritos la intervención del Gobierno Federal habían invertido grandes sumas de dinero en paquetes financieros relacionados con las hipotecas basura, y hoy no les salen las cuentas: el valor de sus inversiones ha caído en un abismo. La primera en caer fue Bear Stearns en la primavera del presente año, la cual fue absorbida por JPMorgan Chase con el respaldo financiero del Gobierno de Estados Unidos. Posteriormente, el Gobierno de Estados Unidos nacionalizó, más rápido de lo que uno puede decir Hugo Chávez, a dos de los principales bancos de bienes raíces, Freddie Mac y Fannie Mae, que habían sido arrastrados por perdidas millonarias en hipotecas basura.
Entidades financieras como Fannie Mae y Freddie Mac, al captar dinero de inversores nacionales e extranjeros, inyectaron más liquidez al sistema hipotecario. Estos bancos actúan como instituciones privadas, pero tenían todo el respaldo del Gobierno estadounidense. En lugar de poner el dinero en bonos del Tesoro estadounidense, muchos inversores invertían en Fannie Mae y Freddie Mac para que estas instituciones siguiesen financiando hipotecas a personas que no podrían pagarlas una vez los tipos de interés subiesen, como así fue el caso. Los bancos concedían hipotecas por el 2% de interés durante los primeros cinco años, y luego los subía al 5% o 6%.
Al no poder hacer frente a los pagos con los nuevos tipos de interés, mucha gente empezó a entregar sus casas a los bancos. Es aquí dónde empieza el problema: Bancos tienen préstamos insolventes. Los que financiaron los préstamos, inversores a través de instituciones financieras, han visto desplomarse el valor de sus inversiones. Instituciones financieras como Lehman Brothers, al hacer demasiadas apuestas en hipotecas basura, han tenido pérdidas millonarias. Y como tienen obligaciones con acreedores (inversores) estas instituciones necesitan captar fondos. Sin embargo, los inversionistas, al mirar que sangran dinero, buscan minimizar sus riesgos, llevando su dinero a otros sitios, lejos de estas instituciones financieras. Si no pueden captar fondos para hacer frente a sus obligaciones, estas instituciones entran en una plena crisis de vida o muerte, igual que un enfermo en coma al cortársele el flujo de aire.
La Casa Blanca argumenta que si no se inyecta 700 mil millones de dólares al sistema financiero, las consecuencias serían apocalípticas para la economía mundial. Muchos argumentan, especialmente Wall Street, que es necesario que el contribuyente estadounidense apoye esta iniciativa porque al final del día crearemos un nuevo sistema financiero, más rígido, y más eficiente, capaz de detectar y prevenir la siguiente crisis.
Sin embargo, ¿dónde queda la responsabilidad? Al rescatar a instituciones financieras de sus excesos, podríamos estar sentando un precedente en dónde los inversores tomarán riesgos irracionales esperando que el gobierno paternalista les rescate. Además, existe una cuestión moral. Los ejecutivos de estas fracasadas instituciones financieras están exigiendo recibir compensaciones millonarias con los fondos de los contribuyentes. Moralmente, esto es repulsivo si se toma en cuenta de que en Estados Unidos se le dice a una madre soltera de que ella es responsable de sus actos, y por secuencia se le niega asistencia pública; pero cuando se trata de altos ejecutivos, se obvia lo que siempre se ha predicado: cada quien tiene que ser responsable de sus actos.
© 2008 Manuel García
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