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lunes, 23 de mayo de 2011

No debemos politizar la inversión en El Salvador

 
Un lector de mi última columna, “Comer hoy, y pagar después”, dónde hablo sobre la alarmante deuda externa de El Salvador, escribió que yo deliberadamente había olvidado denunciar a los empresarios salvadoreños que, en lugar de invertir en El Salvador, invierten en otros países. El argumento del lector es que los empresarios salvadoreños, representados en la ANEP, no invierten en El Salvador porque no les convienen que el Gobierno de Mauricio Funes (y consecuentemente el FMLN) obtenga los créditos políticos por crear trabajos. Es decir, el lector expone una teoría simplista sobre los motivos que mueven a los empresarios locales a invertir o no invertir en el país. En su mundo ideológico, el lector lo tiene claro: la empresa privada es ARENA, y mientras ésta (la empresa privada) no retome  el poder ejecutivo, no invertirá ningún céntimo para crear trabajos. El lector termina su comentario diciendo que los empresarios salvadoreños se deben ir al diablo, y dejar a los buenos salvadoreños resolver nuestros problemas.    
 
El lector va más allá, y enfila su batería acusadora diciéndome que represento los intereses del gran empresariado salvadoreño. ¿Cómo? Al señalar la alarmante deuda externa de El Salvador, me convierto en representante de la empresa privada del país. 
 
Comentarios como el que hace el lector de mi última columna lo he leído muchas veces, y he recibido correos electrónicos de personas que están convencidas religiosamente que la empresa privada salvadoreña tiene un plan nefasto y perverso para boicotear el Gobierno de Mauricio Funes. Estos lectores están convencidos de que los grandes empresarios salvadoreños son como vampiros que se alimentan de la sangre del pueblo salvadoreño. Según el lector y muchos otros que han escrito sobre mi última columna de opinión, ANEP, FUSADES y la Cámara de Comercio de El Salvador son sinónimos de ARENA. 
 
El fanatismo ideológico, desgraciadamente, no crea trabajos. Pero debo reconocer que comentarios como lo que hace el lector son, muchas veces, manifestaciones de la frustración que sentimos los salvadoreños cuando se politiza la inversión privada. En un mercado libre como el nuestro, sería absurdo y peligroso ponerle color político a las inversiones que hacen empresas nacionales y extranjeras. Por ejemplo, una de las grandes inversiones hechas recientemente en El Salvador es precisamente la que hizo el Gobierno de Venezuela, con ALBA Petróleos. Como país y como sociedad, debemos trabajar para que esa inversión sea beneficiosa para El Salvador aunque el Gobierno de Hugo Chávez sea reemplazado o el mismo FMLN pierda las elecciones. Si un empresario chino quiere invertir en El Salvador, debemos facilitarle el trabajo. Como país, debemos trabajar para que las inversiones, nacionales y extranjeras, beneficien a los salvadoreños. Obviamente, un negocio, aunque sea subsidiado por el Gobierno de Hugo Chávez, tendrá que generar ganancias para seguir aportando beneficios. Si se termina el petróleo en Venezuela o si el Gobierno de Hugo Chávez es destituido, debemos trabajar para que la inversión venezolana hecha en El Salvador siga produciendo beneficios para los salvadoreños. Por ejemplo, si logramos que una empresa, como Nissan o Toyota, venga a El Salvador abrir una fábrica de ensamblaje de automóviles, nuestra prioridad debe ser para que esa empresa no se vaya de El Salvador. Esa debe ser nuestra prioridad con cualquier empresa establecida en país. Y eso se hace cuando damos apoyo estratégico a nuestras empresas.
 
Los salvadoreños debemos celebrar que existen empresas salvadoreñas que compiten globalmente. Debemos sentirnos orgullosos de mujeres y hombres en nuestro país que han creados grandes empresas, que dan trabajos a miles de personas. Además, debemos facilitar, con incentivos fiscales, a nuestros empresarios para que inviertan en El Salvador. Las empresas privadas deben, por razones estratégicas, destinar más fondos para obras sociales, incentivar a los jóvenes salvadoreños a seguir estudiando, apoyando con becas aquellos jóvenes que no tienen los recursos, pero si el talento, para estudiar ingeniera, química, medicina, profesiones que el país más necesita. La empresa privada necesita modernizarse, y apoyar aquellos políticos que tienen visión de país, aquellos políticos que están comprometidos con un moderno El Salvador. En las últimas elecciones presidenciales, desgraciadamente, algunos empresarios tomaron la equivocada actitud de pedir a sus empleados que votasen a favor del partido oficialista. Esto, en lugar de ayudar a la empresa privada, la descreidita. Muchos empleados se sintieron presionados a hacer campaña a favor del candidato oficialista por temor de perder sus trabajos. Así como en países modernos, digamos Estados Unidos, los gremios empresariales de El Salvador deben seguir abogando por crear las condiciones que permitan a las empresas ser exitosas sin importar el color del partido político en el Gobierno.
 
Aunque yo sea un fiel defensor del libre mercado, eso no quiere decir que esté ciego a la realidad que muchas veces el fanatismo ideológico existe también entre empresarios salvadoreños. Esto, desgraciadamente, como lo he repetido muchas veces, no nos hace avanzar como país. De hecho, nos lleva a una confrontación inútil y peligrosa que tiene un alto coste social. Debe existir un equilibrio, libre de rencor, dónde celebremos el triunfo empresarial porque la sociedad en su conjunto se beneficia. La empresa privada necesita ser el eje de desarrollo en El Salvador. No puede ser de otra forma.
 
© 2011 Manuel García

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